lunes, 8 de octubre de 2012

Adele - One and Only


Tú has estado en mi mente
y cada día te aprecio más
me pierdo en el tiempo pensando en tu cara
sólo Dios sabe porque me está llevando tanto tiempo
Despejar mis dudas
Pero tú eres lo único que quiero

No sé porque tengo miedo, cuando he estado aqui antes

Cada sentimiento, palabra, lo he imaginado todo
Nunca sabes sí olvidarás tu pasado
y sólo serás mío.

Te reto a que me dejes ser, tu primero y único

prometo que soy digno de estar en tus brazos
así que vamos, dame la oportunidad
para demostrar, que soy el único
que puede caminar una milla hasta el final.

Se tú mi límite, José Ángel Valente


Tu cuerpo puede
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.

Una sola palabra tuya quiebra
la ciega soledad en mil pedazos.

Si tu acercas tu boca inagotable
hasta la mía, bebo
sin cesar la raíz de mi propia existencia.

Pero tú ignoras cuánto
la cercanía de tu cuerpo
me hace vivir o cuánto
su distancia me aleja de mí mismo
me reduce a la sombra.

Tú estás, ligera y encendida,
como una antorcha ardiente
en la mitad del mundo.

No te alejes jamás:
Los hondos movimientos
de tu naturaleza son
mi sola ley.
Retenme.
Sé tú mi límite.
Y yo la imagen
de mí feliz, que tú me has dado.

Cine: Deseando amar

Este es el séptimo largometraje dirigido por Kar-wai, natural de Hong-Kong y perteneciente a una serie de realizadores jóvenes formado por personas tan dispares como Am Hui, John Woo, Tsui Hark... Temática y formalmente poco tienen de común estos directores a no ser una cierto regusto por el cine occidental y por un estética, llamémosla, postmoderna. Kar-wai no se ha centrado en una determinada temática, aunque siempre el amor, el desencanto y la recuperación de una memoria o un tiempo han aparecido en sus obras. Su primera película conocida entre nosotros fue Chunking expres, excelente reflejo de la vida de dos policías en el Hong-Kong actual. El hecho que Tarantino la distribuyera en Estados Unidos le provocó la etiqueta de fiel a las enseñanzas del cine de ese realizador norteamericano. Realmente no hay nada de eso. El cine de Kar-wai si algo no tiene que ver es con la obra del director de Pulp fiction, ya que para empezar ni siquiera existe un violencia externa en el desarrollo de las obras del hongkonés. Antes había realizado una película de artes marciales, Ashes of times, otra de gángster, As tears go way, y una romántica de ambiente retro, Days of Being wild, y con posterioridad a Chunking express realizará la sugerente Fallen Angels y Happy together, una historia de amor homosexual desarrollada en Buenos Aires. Su última obra, por el momento es ésta In the mood for lover, que se está convirtiendo en una película imprescindible en el hoy. Su exitoso pase en distintos festivales, y los numerosos premios que acreditan (justamente) su valía –entre los últimos el César, el equivalente en Francia a los Oscars, concedido a la mejor película extranjera- que la han llevado hasta la antesala de los Oscars. 


Se trata de un filme anticonvencional, que narra una simple y convencional  historia de amor: el encuentro de una hombre y una mujer que son vecinos, y que viven una (¿real?) historia de amor, después de comprobar que sus respectivos cónyuges les son infieles. Pocos personajes en una historia que es y no es, que releja multitud de otras historias como la suya. Ella y él que se creen únicos, viviendo algo distinto, no son más que la ilusión que también mantiene a los otros, encerrados en sus mentiras, dudas y ensueños. Sí, sus respectivos compañeros, le son infieles, pero también la protagonista verá reflejada la misma situación con su jefe. Lo importante de la película no es su vulgar historia de amor sino lo que ella es capaz de significar, el conjunto de relaciones, de situaciones que surgen a través de ellas y, sobre todo, la forma de estar realizada. Silencios, palabras dichas o soñadas, imágenes que son o quizás nunca fueron nunca. Una búsqueda de una verdad, de una relación y de un sentido contado a través de los recuerdos (esos recuerdos que como se dice en el film aparecen desvaídos como vistos –igual que en la película-a través de cristales no translucidos. 


Personajes que se cruzan, se hablan o se ignoran y sobre todo se encuentran fuera del propio mundo en que viven. Seres que esconden su amor y sólo desean centrarse en ellos (para los amantes no existe el resto de las personas). Pero, al fin y al cabo, todo deviene en una búsqueda de lo que fue realmente y no de lo que se pudo soñar. No hay una unidad temporal, es un caminar de la memoria sin rumbo en busca de unos acontecimientos que fueron (o no), que vuelven y se marchan sin un orden lógico. El pasado se entremezcla sin saber qué momento fue o aconteció antes que el otro. Un juego, pues, sobre la memoria con lo que In the mmod for love aparece claramente deudora del cine de Resnais, cuyo Año pasado en Mariembad se “cita” en las últimas imágenes, aunque muy bien pudieran haber sido sacados de Hiroshima mon amor o de Toda la memoria del mundo o cualquier otra obra del director francés que mejor “ha retratado” la memoria y su búsqueda. Pero si Resnais es uno de los referente claros de este excelente obra de Kar-wai no lo menos la influencia de Godard y su sentido del cine como expresión de libertad. 
Todo es válido: volver –desde distintos puntos de vista- al mismo momento, hacer que sonido e imagen se unan y se contrapongan, las mismas palabras siempre repetidas engarzadas con formas de actuación diferentes, el ritmo discontinuo del relato, la utilización de la cámara lenta y, en fin, el saltarse alegremente el raccord, liberando al cine de una armadura técnica, tradicional, reglada. Disquisiciones sobre la memoria y, por tanto, también sobre el tiempo, motor y ocultador de todo cuanto aconteció en el pasado. Un tiempo que, en el filme, viene explicitado por la continua presencia de los relojes, siempre andantes sin posibilidad de parar, de actuar en pos de un destino inmortal. Son, ellos, los señores de unos deseos y de unas realidades, que terminan por concretarse en una desesperada desaparición y ausencia. De ahí esos momentos estáticos o rodados a cámara lenta como si se tratase de congelar o ralentizar el momento que nunca volverá a ser, porque por el hecho de ocurrir es ya un pasado irrecuperable. Cada plano es un instante robado al tiempo y señalada su autenticidad distante y distinta de los otros por la diferente indumentaria de los personajes: los trajes de ella, las corbatas de él... 
 
¿Estuvo ayer ella en Singapur o ese hecho no es otra cosa que un deseo de existencia por parte de él?¿Será ella, y quizás el hijo que ha tenido o que  nunca tuvo con él,  quien viva nuevamente en la casa donde se conocieron y comenzaron a amarse? ¿Forma todo ello parte únicamente de la imaginación? ¿Qué señala realmente el paso del tiempo sino el oscurecimiento de los acontecimientos vividos? Al final, el hombre, se encuentra en Camboya. Como periodista, probablemente, siga el viaje del General De Gaulle. Un hecho importante, pero que, al igual que su única e importante historia de amor, terminará por ser devorada por el tiempo. Sobre lugares vacíos, y con, a lo mejor, un elemento que señala la huella del hombre, transcurren las últimas imágenes del filme. Sólo quedan las cosas, piedras, montañas, ruinas del ayer... Queda una huella de un hombre que creo aquello y que ahora ha desaparecido, ya no existe. Mirada, pues, sobre la nulidad de un esfuerzo o la belleza de un recuerdo. 
 
Queda dicho que el relato no es lineal. El tiempo se altera y nunca sabremos ciertamente en que momento de la historia –de los dos personajes- nos encontramos. Sólo sus actitudes, sus formas de comunicarse nos pueden indicar si aquello es anterior o posterior a lo anterior que hemos contemplado. Algo que volverá a ocurrir en la siguiente escena. 
 
Espejos, cristales, vidrios coloreados se interpondrán o reflejarán a los personajes, captando sus pensamientos o diluyéndolos. Todo está estudiado (la lluvia que cae de pronto sobre la ciudad, sobre los amantes, el no ver nunca la cara de sus respectivas parejas –esa cámara que trata de espiar lo que está aconteciendo entre ellos, que se ocultan o son ocultados por esa pared que les oculta o les aleja) hasta en su más mínimo detalla. Sorprende también la utilización de la música como elemento importante en la conducción del relato y donde curiosamente aparecen dos canciones en español como “Quizás, quizás” y “Aquellos ojos verdes”, una utilización (la de la música) que ya aparecía como sobresaliente en Happy together. 
 
Kar-wai es un realizador importante al que habrá que seguir con mucho detenimiento. In the mood for love es una de las películas actuales más originales, estimulantes y bellas. Con cine (y tan trasgresor) como este podemos sentirnos a gusto y proclamar que (el cine) sigue vivo y seguirá por siempre, aunque el tiempo pase, aunque las historias que acontecen en su interior, o fuera de la pantalla, no se  sepa con exactitud si fueron o dejaron de ser, o si se acercaron a lo pensado, o si unas no sustituyen a las otras. Todo, quizás, sea eso o “quizás, quizás” sea lo otro. 
 
Fuente: Adolfo Bellido López

Liguero, su evolución a través del tiempo

La historia del liguero, una de las prendas de lencería fina más femeninas y eróticas de todas, es bastante particular y sucede con frecuencia que deja boquiabiertos a quienes la escuchan. Lo primero que te sorprenderá saber es que el liguero es originalmente una prenda para hombre. 
En efecto, se empezó a usar poco después de la invención de las calzas, con lo que hay evidencia del uso del liguero para sujetarlas tan pronto como el año 3000 A.C. De hecho, hay quienes afirman que según imágenes y retratos de los tres reyes magos, ellos llevarían debajo de sus túnicas una especie primitiva de liguero o ligas, por medio de las cuales sujetaban las calzas al cinturón.

 La liga se había popularizado a mediados del siglo XVIII gracias a la difusión de la media llevada a cabo por las sederías francesas, que extendieron el uso de esta prenda, hasta entonces propia de los hombres, a las damas de la corte y las burguesas de las ciudades europeas. Al principio tabú (“Las reinas de España no tienen piernas” exclamaba el Jefe de la Casa Real de Isabel II), pronto se convertiría en fetiche, apareciendo a la vista en cuanto las faldas se acortaron por encima del pie, exhibiendo leyendas amorosas de los amantes que las regalaban. “La risa de mi morena alivia toda mi pena” reza una de éstas conservada en el Museu del Tèxtil i de la Indumentària de Barcelona.

El liguero nació de una imaginativa innovación de los fabricantes de corsés: sin más que añadir a la parte baja de éstos unas tiras de tela elásticas con sujeciones, inspiradas en los tirantes masculinos, la media quedaba firmemente sujeta a las piernas. La gráfica presenta el bello modelo ideado por el corsetero Lindauer en 1901.
Pronto la prenda adquirió autonomía propia, especialmente en Europa, donde el afán de no reducirla meramente a un cinturón con los elásticos introdujo los imaginativos encajes que todavía forman hoy su esencia. Es curioso que algunos autores franceses hayan querido atribuir la paternidad de la invención a Gustave Eiffel para satisfacer las quejas de su mujer sobre los problemas de circulación que le ocasionaban las ligas. Pero según Lila Stajin, autora de una historia del liguero, el mérito recae en Féréol Dédieu, un fabricante de la rue Saint-Sébastién, quien alegó que las ligas ordinarias “impedían una buena circulación de la sangre, hacían que los pies se hincharan y además perdían rápidamente su elasticidad”.
La representación en Londres de La gran ópera bufa de Offenbach puso al descubierto en las danzarinas las medias sujetas al corsé con medias elásticas. De allí pasaría la nueva prenda a los Estados Unidos para regresar a Europa convertida no ya en una pieza mas o menos ortopédica, sino en algo en lo que no se sabe qué admirar más, si la belleza o la sugerencia erótica.
En efecto, el siglo XX trajo una consideración del liguero radicalmente distinta. La generalización del deporte en una mujer cada vez en movimiento más continuo llevaba a suprimir esas armaduras de seguridad que eran los corsés. El modista francés Paul Poiret suprime en 1906 el corsé de los maniquíes y les acorta en 1908 el cabello. En veloz sucesión, la I Guerra Mundial trae trabajos para la mujer que exigen una falda más corta y ponen en entredicho el mismo liguero, ya convertido en pieza independiente: nada más incómodo y difícil que tener que correr con éste puesto para cazar el autobús.
Y esto trae consigo una transformación radical no de la pieza en sí, sino del carácter con que éste es vista: estático, sugerente, erótico, íntimo, fetichista, y pasa de pieza de vestir funcional a elemento íntimo de alcoba. Según El gran Diccionario erótico, el liguero femenino constituye hoy uno de los obscuros deseos de estimulación erótica para el hombre, quizá porque se halla en la mitad del muslo, a medio camino del fruto que esconde la mujer. “Su carácter fetichista ha ido aumentando a medida que su uso se ha ido desprendiendo de su función original”.

 Mientras tantos, las faldas seguían acortándose, lo que requería drásticas medidas. La hebilla era bella en la intimidad, pero inoportuna en público. Y en sustitución del liguero vino el panty, pieza en consonancia con el nuevo nivel tecnológico que mientras tanto se había alcanzando, pues es obvia su mayor complicación. Sin ir más lejos, los fabricantes, para mantener la misma producción de medias transformadas en pantys, tuvieron que multiplicar por cinco sus plantillas de personal. ¡Y sin embargo, los precios descendieron! Prueba del éxito de la nueva prenda, cuya aceptación masiva permitió reducir costes.
De todos modos, el panty no gustaba nada a los caballeros, lo que fue redundando en una separación cada vez mayor entre la media-práctica y la media-erótica. A medida que la mujer renunciaba al cilicio, se acentuaba definitivamente la función representativa del liguero, tanto más valiosa en una época de libertad sexual y de emancipación de la mujer. Kart Graus resume esta situación en Detti i Contradetti: “En el fondo, el drama del fetichista es que se excita con un zapato de mujer y debe conformarse casi siempre con una mujer entera”.
Hoy en día, el liguero es una prenda característica de la lencería fina; ya no se trata de una necesidad ni de una comodidad, sino de una prenda que se usa casi que exclusivamente con ocasión de encuentros sexuales. A continuación te mostramos cómo se ve hoy en día un atuendo sensual que usa el liguero como uno de sus elementos primordiales.

Incienso

 ¿De dónde procede ese agradable aroma que percibimos al entrar en un templo, o en una casa, un establecimiento comercial o una reunión social? Lo más probable es que sea el resultado de quemar una ramita, palito o carboncito de incienso, llamada así a la sustancia, muchas veces una gomorresina que al quemarse desprende un olor muy especial al cual se le atribuyen muchas virtudes y cualidades positivas, entre otras propiedades sedantes, además de las propiamente olorosas, ya que perfuma cualquier estancia y transmite tranquilidad.
 
El incienso es símbolo del elemento aire y ayuda a abrir la puerta de entrada al reino espiritual.

El fino aroma del incienso agrada a las divinidades celestiales, lo que representa una gran ayuda para la humanidad. Su función principal es eliminar los agentes nocivos del medio ambiente.

Para lograr buenos resultados en los negocios se recomienda quemar incienso de sándalo todos los días por la mañana. Al cambiar de trabajo o domicilio se recomienda usar incienso ruda, mirra y siete azahares.

 La historia del incienso es milenaria. Encontramos referencias al incienso en el Antiguo Egipto, en las diferentes culturas de la Antigüedad, tanto en el Lejano Oriente, como en la India, en el Medio Oriente y en la América precolombina, en Europa y prácticamente en la mayor parte del mundo. 

Los antiguos egipcios preparaban un incienso al que le atribuían propiedades mágicas y llamaban kifi que se suponía daba dulces sueños y proporcionaba un estado de paz y bienestar a quien lo inhalaba. Para hacerlo utilizaban resina de olíbano y lo hacían en medio de rituales muy secretos.

Los perfumes e inciensos jugaban una parte muy importante en sus vidas, lo usaban también en sus tratamientos médicos y en sus ceremonias religiosas y eran muy estimados.

Se entendió que tenía capacidades mágicas y que poseía la facultad de repeler y alejar a las fuerzas del mal. Además gracias a la columna de humo que producía al quemarse se abría un camino rápido y seguro para que las oraciones llegasen a los dioses y para que el Ba del difunto pudiera desplazarse con rapidez. Se quemaba en unos incensarios que el rey o los sacerdotes acercaban a la imagen del dios.
Sirvió para hacer ofrendas a los dioses y a las momias, así como para fumigar el cuerpo. A través del humo del incienso los dioses podían manifestarse; es decir, la fragancia del incienso era la que anunciaba la presencia de “lo divino” y por ello, este incienso también podía transformar al difunto en un estado próximo o igual al de los dioses.

En los Textos de las Pirámides, se advierte que el incienso se produjo gracias a las lágrimas de los dioses por lo que tenía cualidades sobrenaturales.

Suele decirse que su fragancia era tan penetrante e intensa que aún hoy día cuando se descubren tumbas con momias al abrirlas nos llega el olor de un incienso de hace más de 3000 años.

Los hebreos usaban el incienso sobre todo para sus ceremonias religiosas pues inclusive se ordenaba en los libros religiosos “quemar incienso suave todas las mañanas en honor a Jehová”.

Además lo empleaban para perfumar el hogar y purificaciones de mujeres y como obsequio propio de reyes, recordemos que cuando los tres sabios fueron al pesebre según cuenta la historia de la Navidad llevaban, oro, incienso y mirra.

Los hindúes usaban inciensos para perfumar sus ropajes y en las ceremonias religiosas desde el nacimiento hasta la muerte así como para adorar a las deidades, una tradición que se sigue actualmente.

Los musulmanes lo emplean también en las bodas y funerales y en otros eventos de su vida, los chinos y japoneses lo han usado siempre así como en otros pueblos y culturas por su fragancia y la facultad que se le atribuye de ser relajante e inductor de armonía y paz y acompañar la meditación budista. 


Asimismo los pueblos indígenas de América conocían la fuerza de los sahumerios y perfumes que utilizaban ampliamente.

En general, la cultura del incienso acompaña a los pueblos en todos sus momentos importantes, el nacimiento, las iniciaciones, las fiestas, las bodas y la muerte y hoy día lo vemos lo mismo en una iglesia, un templo budista o hindú, una sinagoga hebrea, una mezquita, o un centro espiritual o de otras creencias así como de manera social en las casas y establecimientos para crear un ambiente agradable junto a velas aromáticas.

 La mayoría de los inciensos que se venden en el mercado son derivados de quince inciensos primarios, los que se han venido utilizando a través de los siglos. Entre ellos, está el almizcle, que al ser quemado emana un aroma potente y característico, con vibraciones altamente magnéticas. En la India se utiliza mucho por sus propiedades relajantes y afrodisíacas, y en otros lugares porque potencia la voluntad y la autodeterminación en el plano psicológico. 

Otro de los más solicitados, es el incienso de ámbar, conocido en la antigüedad como néctar de los dioses o ambrosía. Su fragancia es de origen natural, y se ha utilizado durante mucho tiempo como paliativo para las enfermedades crónicas, aunque en usos más recientes, también es efectivo como parte de rituales para atraer a la persona amada. La canela también es un aroma muy utilizada por su fragancia y por su condición de potenciador sexual. Al inhalarlo, además de la ya citada condición afrodisíaca, también ayuda a la concentración cuando, por ejemplo, se está estudiando. Además, en la actualidad su uso más común es el de promover el apetito, por ello es muy utilizada para ayudar a personas con desórdenes alimenticios. Por otro lado, el incienso de cedro se utiliza para rituales en los que se quiera atraer el dinero y la abundancia económica. También es utilizado como purificador para las estancias y para curar afecciones nervisosas.

 El pachuli es sin duda un incienso muy común y extendido en muchos lugares del mundo, ya que su olor es muy intenso y altamente estimulante. Cuando es quemado, irradia sensualidad, promueve la organización de las ideas mentales y tiene efecto rejuvenecedor tanto en el cuerpo como en el espíritu. El sándalo también goza de gran popularidad, y tiene la particularidad de levantar el ánimo y avivar la fe. Normalmente, además de para aromatizar, es quemado en procesos de meditación profunda, como cuando se quieren hacer regresiones a vidas pasadas. En cuanto al incienso de iglesia, se utiliza principalmente para ensalzar la figura divina y purificar tanto la iglesia como el acto en sí (la misa); pero en sus orígenes, también era una forma de perfumar los lugares sagrados, sobre todo de peregrinaje (como la catedral de Santiago), debido a la gran afluencia de público y a la poca higiene que, por aquel entonces, tenían los peregrinos. 

Se estima que el incienso crea un estado de calma y relajación en nuestro entorno, que nos acerca a la paz interior, nos ayuda a trascender barreras, abre la mente, trae armonía al hogar, es un amigo en tiempos de soledad, suele ser revitalizador y crea un ambiente limpio y agradable. 


La lluvia amarilla (fragmento), Julio Llamazares


El personaje de la novela, Andrés de Casa Sosas, nos explica su relato desde esa última noche de su vida, desde la noche en la que la muerte le conducirá a la oscuridad eterna, donde se reunirá con su madre y todos sus seres queridos. La historia de Andrés es el transcurrir de una vida y, a su vez, la muerte de una manera de vivir. Tenaz en su convicción, sin perder la fidelidad a las costumbres propias en ningún momento, será el último habitante de su pueblo natal y de la casa que le ha visto nacer. Pero Andrés es acuciado por todos los males imaginables: la soledad, la muerte, la desidia, la enfermedad, el odio, la alucinación, el tiempo. Todos estos factores se ponen en contra de nuestro personaje a lo largo de la narración. En La lluvia amarilla, el agreste paisaje de montaña provoca que el hombre haga balance de su soledad y desamparo en los umbrales de la muerte. De esta suerte, se establece en la obra una bipolarización donde se incluyen distintas ramificaciones que la constitución de la trama va presentando al lector. Así pues, la creación de veinte capítulos no es del todo casual, ya que encierra una división de la obra en dos mitades que se diferencian temáticamente entre ellas. Al hilo de este contexto, se establece entre ambas partes una línea imaginaria donde por un lado se encuentra la cordura (cap. I al X), mientras que por otro hallamos locura y muerte (cap. XI al XX). De este modo, la primera parte nos liquida el inicio de la historia del pueblo y la situación particular del personaje, sin que sucedan demasiados acontecimientos extraños o sobrenaturales. A su vez, en la segunda parte Andrés de Casa Sosas sufre una patología atenuada por las apariciones de sus difuntos y el delirium tremens que le ha provocado la mordedura de una víbora (cap. VII). A mi parecer, es innegable que a partir del capítulo diez la temática de la obra cambia, tomando un mayor protagonismo la agonía, que le conducirá a la locura y a la muerte. Ésta, lugar común más que recurrente en el relato, es uno de los motivos que aparecen nada más empezar la novela y, junto al tiempo, constituyen dos parámetros esenciales en la composición de la obra. La lluvia amarilla presenta la muerte y el paso del tiempo a partir de una correlación metafórica con lo «amarillo». Así pues, «la lluvia amarilla» es aquello que nos envuelve y nos lleva de forma insalvable a la vejez, lo que acicata la fugacidad del tiempo y lo que nos conduce irremediablemente hacia la muerte. «La lluvia amarilla» simbolizará el olvido, el fluir temporal, el efecto destructor de los orígenes naturales, el origen de la tristeza. De ese modo, todo se tiñe de «amarillo» en la novela, ya que desde el arranque narrativo sabemos que el personaje está condenado a desaparecer, que su solitaria vida va a finalizar en breve, y lo vislumbramos porque él mismo nos lo revela:


"A través de la ventana, podía ver el pantalón hundido y devorado por el musgo del molino y los reflejos temblorosos de los chopos sobre el río: inmóviles, solemnes, como columnas amarillas bajo la luz mortal y helada de la luna. Todo estaba en silencio, envuelto en una paz tan densa e indestructible que acentuaba más aún la desazón que yo sentía. A lo lejos, sobre la línea de los montes, los tejados de Ainielle flotaban en la noche como las sombras de los chopos sobre el agua. Pero, de pronto, hacia las dos o las tres de la mañana, un viento suave se abrió paso sobre el río y la ventana y el tejado del molino se llenaron de repente de una lluvia compacta y amarilla. Eran las hojas muertas de los chopos, que caían, la lenta y mansa lluvia del otoño que de nuevo regresaba a las montañas para cubrir los campos de oro viejo y los caminos y los pueblos de una dulce y brutal melancolía. Aquella lluvia duró solo unos minutos. Los suficientes, sin embargo, para teñir la noche entera de amarillo y para que, al amanecer, cuando la luz del sol volvió a incendiar las hojas muertas y mis ojos, yo hubiese ya entendido que aquella era la lluvia que oxidaba y destruía lentamente, otoño tras otoño y día a día, la cal de las paredes y los viejos calendarios, los bordes de las cartas y de la fotografías, la maquinaria abandonada del molino y de mi corazón.