Sensaciones, Tiempos difíciles

Marisa dedica una mirada afligida hacia su marido.
Éste..,  pasa la mano sobre su escaso pelo, para finalizar restregándose los ojos con cierto desaliento.
Ella, puede apreciar como de sus labios escapa un gruñido cargado de impotencia...
Siguió con sus quehaceres en la pequeña cocina del apartamento. No quiere decir nada que aumente el desasosiego que él muestra y le haga sentir aun peor.
Sabe de su desesperación. Ella también lo vive a diario.
 
Desde que le han despedido del trabajo no ha podido encontrar un empleo - La crisis, la maldita crisis… - refiere cada noche con desesperanza mientras ve el telediario en el aparato de televisión. Además, este mes ha llegado a su fin la prestación por desempleo.., O sea, se han quedado sin ninguna fuente de ingresos…
Pela y trocea dos patatas. Bate cuatro huevos, que para su suerte, le ha regalado su vecina que tiene un pequeño corral en el pueblo. Realiza una exquisita tortilla. Su olor llena la pequeña cocina.
Pero.., al ponerla sobre la mesa su marido apenas mira hacia ella. Lleva semanas abstraído, se siente desbordado por la situación.
Ella recoge la mesa y la tortilla va casi integra a la nevera. Al terminar de colocar la cocina, advierte sobre el mueble del salón una gran cantidad de facturas amontonadas. Un frío sudor le recorre la espalda - ¿Cómo vamos a pagar todo eso? - Se pregunta, sabiendo que no existe respuesta
Advierte, cómo su marido avanza con paso cansado hacia la habitación y con la luz apagada se entierra en la cama.
La impotencia inunda su pecho una vez más.
Se pregunta una y otra vez - ¿qué puedo hacer? Pero.., no atina con una respuesta válida y certera.
Se cepilla la melena ante el espejo. Lo hace cada noche, la relaja…
Mientras hace ese gesto repetidamente se siente la niña que fue…
Antaño se pondría crema en la cara, pero hace tiempo que no se plantea comprarla. No posee dinero para ello. Se mira en el espejo. Sabe que es bella. A sus treinta y ocho años está  bien conservada.
Al ponerse el pijama ve su cuerpo desnudo ante el espejo. Piel morena y tersa. Carnes duras y apretadas. Senos altos, bien formados…
Cubre el cuerpo con un viejo pijama que disimula sus formas y como cada fin del día camina hacia su dormitorio.
Su marido está acostado en posición fetal de espalda hacia ella. Al entrar en la cama escucha su respiración, es agitada. Tiene la sensación de que está sollozando en silencio.., y no es la primera vez que lo siente así…
El corazón se le encoge en el pecho - ¿Qué puedo hacer? – se pregunta una vez más, con una angustia que se refleja en su cara.., aunque nadie puede verla porque las sombras de la noche son sus encubridores.., cómplices.
Tumbada sobre su espalda es incapaz de conciliar el sueño. Su cabeza es un torbellino de ideas. Tiene que conseguir dinero…¡ ya! Pero.., ¿cómo?
Vuelve a escuchar la respiración de su marido. Éste parece haber conciliado el sueño. Siente su respiración que ha cogido un ritmo acompasado. Ello le permite volver a centrarse en sus pensamientos. La luz de las farolas en la calle entra de forma sutil por la ventana. El paso de los coches con su reflejo dibuja sombras entre los resquicios de la persiana…
La noche avanza lentamente. Escucha pasar el camión de la basura, pronto llegará la madrugada y con ella los sonidos del nuevo día…
Marisa aprieta los labios a modo de sentencia. Si.., lo hará. Está decidida…
Son las nueve de la mañana. Nacho se ha vestido con intención de ir a buscar trabajo. No sabe a dónde, pero tiene que intentarlo una vez más… Apura la taza de café sin apenas mediar palabra. Ésta le acompaña a la puerta mientras le entrega un beso y una suave caricia sobre su nuca...
Él.., la mira con disimulada tristeza.
Mientras sale por la puerta su pensamiento le recuerda los sueños de noviazgo. Cuando le decía entre besos que a su lado la convertiría en la mujer más feliz del mundo…
Con pesar sacude la cabeza, quiere con ese gesto alejar sus pensamientos.
Marisa se viste con lentitud y la mirada perdida.
Coloca los botones de su blusa uno a uno sin mirarlos. Con la mente abstraída en el vacío.
Busca en un desusado bolso una muestra de perfume. Recuerda que se le han regalado en el Corte Inglés. Se pone el perfume en la base del cuello, decide no acabar la fragancia por completo, dejar el resto para otra ocasión.
Coge el abrigo y sale por la puerta con paso decidido y resuelto…
Cuando llega Nacho a casa, Marisa se encuentra en la ducha. Es la tercera vez que se empapa desde que hace una hora ha entrado por la puerta del pequeño apartamento. La sensación de suciedad que le trasmiten los recuerdos.., la hacen sentir despreciable. Por ello se enjabona con fuerza. Refriega una y otra vez la esponja con fervor sobre la piel,  buscando vedar cualquier huella sobre su cuerpo.
Cuando llega al salón, Nacho está mirando ofertas de trabajo en la prensa diaria. Su aspecto es extenuado. La frente perlada de un sudor gélido. Se da cuenta, que un día mas, él no ha encontrado un empleo…
 
Coge un sobre de su bolso y con angustiado orgullo lo extiende hacia él…
-         Toma… - musitó llevando la mirada al suelo
Nacho levantó la vista hacia ella cargada de oscuras ojeras. Con dedos indecisos abre el sobre y saca ocho billetes de veinte euros…
-         Me los ha dado mi madre… Ya sabes como es ella, de lo poco que tiene lo comparte con nosotros… - expresó mordiéndose el labio inferior al finalizar la frase… - Pero… - continuó con la sombra de la duda asomada a sus ojos – No le digas nada, ni le des las gracias. Me lo dio en secreto a escondidas de mi padre…-
Al finalizar la frase se gira, para que Nacho no perciba sus almendrados ojos anegados de lágrimas…
Lo tiene decidido. Es la única forma. Mañana volverá a ese local en la mañana…
Supo de él por un anuncio de radio… “lugar discreto, ambiente hogareño. Mujeres no profesionales”..., mientras esas palabras son envueltas en una sugerente música de saxofón…
Arrastra los pies hacia la habitación dentro de unas zapatillas azules...
Hoy no hará la cena…
ni se cepillará el pelo …
Mañana tiene que trabajar.

Jp.Torga        

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